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                 FESTIVAL AGUANTE BUENOS AIRES  
Pappo no se rinde 
Actúa gratis hoy en Palermo y cierra un certamen 
  para bandas de rock amateurs. Quiere tocar con Clapton, anuncia su regreso con 
  Riff y un futuro viaje a España para grabar y recorrerla en moto. 
            Recién levantado, a las tres de la tarde, capeando 
              una gripe que lo ha tenido a mal traer, Pappo baja a abrir y no 
              luce ni botas tejanas ni la heroica campera de cuero negra. El tipo, 
              que igual camina erguido, como había que caminar en la calle Artigas 
              cuando se era un chico de Paternal a fines de los cincuenta, está 
              envuelto en un abrigo de paño a cuadros y unos zapatos con taloneras 
              vencidas. Sobre la mesa, hay un arsenal de cajas de Amoxidal y Benadril, 
              junto al último catálogo de motos Harley Davidson que lo despabila 
              en serio y cuyo contenido ocupará, después, buena parte de la charla. 
              El Carpo tose, se queja, dice que es una reverenda cagada sentirse 
              enfermo a un día de viajar a Bariloche para un show módico y a dos 
              de una presentación grande que lo aguarda como un reconocimiento 
              explícito. Al frente del trío de Yulie Ruth, en bajo y Bolsa González 
              en batería, animará el cierre del festival Aguante Buenos Aires, 
              en los bosques de Palermo, entre los chicos recién llegados al rock 
              nacional.  "No sé si es peor estar enfermo o tener 
              que ver televisión", dispara, con ese vozarrón tribunero. 
              "Carajo, me empaché de esos programas chimenteros 
              que están un par de escalones más abajo de cualquier cosa mediocre", 
              dice, e invita un mate cuya preparación, mientras el guitarrista 
              se entusiasma en la charla, comparten el cronista y el fotógrafo. 
               
              Pappo parece que tiene ganas de hablar en este departamento chico, 
              un lugar que ha funcionado como guarida para reponer la salud, y 
              que se levanta en un límite incierto de Buenos Aires. "La 
              verdad es que no sé si estamos en Coghland o en Belgrano o en Colegiales, 
              por ahí andamos", aclara, sin aclarar demasiado. Es uno de 
              los espacios alternativos que habita cuando reside en Buenos Aires, 
              junto a una casa en San Fernando y el taller vivienda más frecuentado 
              de la Paternal. Tose, putea en voz baja, deja los medicamentos a 
              un costado y la memoria se le dispara sola. Y dice, como al pasar, 
              algo que nunca antes había confesado: su salud de chico tenía sus 
              contrariedades. 
               
               Era un pibe asmático. 
               
               - ¿Y que pasó? 
               - Me curé. 
               
               - ¿Cómo? 
               - Cuando comencé a tocar la viola. Me curó la 
              música. 
               
               La guitarra como antídoto, como refugio de curación, dispara 
              la cuestión inevitable de los oscuros aviones atravesando el cielo 
              de Nueva York y llevándose por delante las torres y la gente, y 
              las palabras como venganza o cruzada que acecharon, después de los 
              atentados, a los lectores del Corán. "Si la gente 
              fuera más creativa, el mundo estaría mejor", pontifica, con 
              la viola en la mano, posando para el fotógrafo. Y va más allá. "La 
              música va a salvar al mundo", dice, mientras dibuja escalas 
              menores en el diapasón y levanta, después, la guitarra como si fuera 
              una Itaka. "No entiendo los atentados. Se la agarraron 
              con el público, con la gente. ¿Qué tenían que ver? Murieron italianos, 
              argentinos, japoneses, hasta murieron árabes, seguro. Además, habría 
              que ver si fueron los árabes", se interroga. 
               
              - Parecería que sí... 
               - Por ahí fueron alemanes disfrazados de árabes. 
              ¿Qué sabés? Nadie sabe. 
               
               Desaparece en la cocina y vuelve. Hay libros por ahí, pero 
              Pappo no miente.  "Yo leí dos libros en mi vida. 
              Uno era Flash, un tipo que le daba pelea a la droga. Lo leí en dos 
              noches porque no quería dejarlo solo en su lucha. Y creí que de 
              ahí iba a empezar a leer, pero no tengo paciencia".  
               
               El reconocimiento entre los músicos lo deja tranquilo, pero 
              asegura que para mucha gente Pappo es el tema Mi vieja que se popularizó 
              gracias a Tato Bores y su participación televisiva en la telenovela 
              Carola Casini. "Me conocen por eso. En la Argentina, 
              la boludez le ganó al arte", se queja. Suena el teléfono. 
              "Vení en un rato, a las tres..", dice. 
              "¿Las cuatro de la tarde? Está bien, alguna día 
              me voy a comprar un reloj", se defiende. "Como 
              guitarrista, México tiene a Santana, los ingleses a Clapton, los 
              norteamericanos a B.B. King y aquí tendrían que reconocer a este 
              humilde servidor", bromea, en serio. Anoche, cuenta, habló 
              por teléfono con King, porque están generando las movidas necesarias 
              para que toque algunos temas con Clapton en River, el 6 de octubre. 
              "Sería una forma de agradecerle. Le debo cosas 
              a Clapton", cuenta. Y después, el 20 de octubre, lo espera 
              Obras, de nuevo con Riff.  
               
              - ¿La misma banda? 
               - La misma. Peyronel, Vitico, Boff y yo. Siempre 
              nos juntamos para tocar. También vamos a Uruguay, el 28 de octubre. 
               
               - Algunos van a hablar de negocio. 
               - No vamos a grabar disco, ni nada. No hay negocio. 
              Lo que pasa es que donde voy aparece una bandera de Riff. La gente 
              empuja para que volvamos a tocar. 
               
              "Acá, la ceguedad de las compañías del disco es grande. No tengo 
              una multinacional detrás y en Europa me tratan mejor...", 
              dice. Y por eso cambiará su Harley por una moto de mayor potencia 
              y se va, en marzo, unos meses a España.  "Me dan 
              hasta celular. Casa, auto y celular", insiste. Y además, 
              lo que en realidad parece un atractivo mayor: quiere recorrer España 
              en moto. El tipo sigue ágil y despierto. 
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                | Pappo no se rinde | 
               
               
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                | Suplemento La Guía, Clarín | 
               
               
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                | 21 de Septiembre de 2001 | 
               
               
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                | Camilo Sánchez | 
               
               
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                | Santiago Ciuffo | 
               
               
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